Misiones es una joda
Durante dos días se realizó un juicio del que poco se habló y poco parece haberle importado a los medios locales. O más bien, sí les interesa, pero les interesa tanto que deciden mejor no comunicar nada. O bien, comunicar las gacetillas de prensa que bajan desde el poder.
Pero aquí, todo es una joda. Como en el país, claro, porque por más que el misionerismo berreta trate de secesionar esta provincia, no dejamos de estar dentro de esta fiesta para pocos que se llama Argentina. Y en este festival pantagruélico, donde los que la viven son los menos, hagamos un repaso de la situación. Una serie de comerciantes, junto con el gobierno de Misiones, decidieron denunciar penalmente a Mónica Gurina y Leandro Sánchez; los primeros, por obstruir sus “ventas”, los segundos, por desobedecer órdenes judiciales en relación al levantamiento de los acampes. Los pocos que hayan querido ejercer el rol de periodismo en estos días, habrán seguido las transmisiones vía Facebook del juicio que hicieron desde UDNAM o la CTA Autónoma, ¿o se esperaban que hubiera un streaming como el rimbombante caso de Kiczka? Pues no mi cielas, solamente cuando el poder quiere, se transmite. Por suerte los colegas docentes transmitieron, como pudieron, para que quienes ejercemos el periodismo podamos entender de qué iba la cosa. Porque para el resto, mejor prender la Casta del Streaming y escuchar a una caterva de orates hablar. Ya lo dijo José Ingenieros en El hombre mediocre: “La costumbre de obedecer engendra una mentalidad doméstica”.
Obedecer, hete ahí la cuestión. Si nos tomáramos el trabajo de revisar las principales portadas de medios misioneros, podríamos decir que un 90% de ellos no trató el tema, y si lo trataron, lo hicieron de manera tan liviana que para eso mejor no decir nada. El famoso decano del periodismo no tuvo ni una palabra jugada al respecto, porque claro, es otro engranaje más dentro del aceitado aparato de prensa gubernamental. Y qué decir del órgano oficial, que hasta cuenta con egresados de la UNaM que deciden sistemáticamente tergiversar los hechos del acampe en pos de la complacencia con unos patrones. Está bien, es difícil juzgar a quienes ejercen algún rol en la Casta del Streaming o en medios oficialistas: una parte lo hace por necesidad económica, pero hay otra parte, que básicamente son los que Ingenerios describe en el libro anteriormente citado, que lo hacen por complacencia, para ser parte de la fiesta, para no quedar afuera. Es más contagiosa la mediocridad que el talento decía también, y claro, cuando uno revisa el tratamiento del juicio, lo puede notar muy fácilmente.
Pero no nos quedemos con eso, si otros son mediocres y ruines, nosotros no lo seremos. Tratemos de pensar en conjunto. Cuando uno escucha los argumentos de los comerciantes, y mejor aún, cuando uno realiza el ejercicio periodístico de escuchar sus testimonios en el juicio, se da cuenta de lo ridículo de las declaraciones. A una comerciante la defensa le preguntó si tenía algún registro de que haya caído efectivamente las ventas, es decir, alguna planilla de cálculo, libro contable, un número, algo. La respuesta fue clara: no, no tengo. Otra comerciante dijo que ella no estuvo durante el acampe. Parece, además, que las comerciantes, y los periodistas ensobrados que defendían sus posturas (puntualmente un jovenzuelo de la Casta del Streaming que de joven nada tiene, pues no se nace joven, hay que adquirir la juventud, y sin ideales no se adquiere) se olvidaron que durante el acampe policial muchas cuadras fueron cortadas, cuadras repletas de comercios. Si uno ejercía el rol de periodismo, pero el periodismo de verdad, de estar horas dando vueltas, yirando, charlando, observando, contemplando los acontecimientos, habría visto que del lado policial el desbande era total: tipos totalmente borrachos, gente pasada de cocaína, decenas de carpas sobre locales, un ambiente que de a ratos parecía el de la bailanta más turbia que se pueda imaginar. Mientras que del lado docente la cosa era completamente distinta: ambiente familiar, ameno, cuidado. Incluso los que fumamos tabaco nos cuidábamos de armar puchos ahí porque entendíamos que hasta eso podía ser motivo de acusación por parte de los idiotas serviles, más con los policías pasados de merca, todo bien. Detalle no menor, ¿recuerdan la denuncia de abuso sexual hacia una oficial, que hubo durante el acampe policial? Dudo que los ensobrados, los decanos, las voces del pueblo digital, o quienes sean lo recuerden, porque para recordar primero hay que tener registro y para tener registro en este caso había que hacer periodismo. Y ser un servil al poder no es ejercer periodismo, es simplemente ser un lamebotas.
Otro punto clave de las acusaciones vinieron luego de los testimonios de distintos policías que labraron la distintas actas y la mar en coche. La estrategia de la fiscalía era clara: hacer quedar a Mónica y a Leandro como los líderes indiscutidos de un acampe generalizado. Sinceramente los argumentos fueron buenos, no se pueden negar: los distintos declarantes adujeron que en momentos puntuales donde se fue a notificar para levantar el acampe, Mónica o Leandro no estaban, y que el resto del grupo pidió que se esperara a que ellos lleguen para poder tomar una decisión. Lo que no entiende la Justicia, o en realidad sí entiende pero su servilismo no le permite razonar, es que estos docentes eran referentes, más no generales de una tropa que seguía fielmente a una persona. Es más, si me preguntan a mí, era más probable que la mayoría de los docentes siguiera a Carlos Lezcano al infierno ida y vuelta en vez de a estos dos colegas. La justicia confundió de forma adrede la lógica asamblearia con la obediencia debida: debe ser que están acostumbrados a acatar órdenes sin chistar. Con ese análisis y con los testimonios bastante flojos de los comerciantes, alcanzó para dictaminar que ellos eran culpables. Si bien la condena queda en suspenso y son mínimas, la mancha está puesta por un poder corrupto, mediocre, maniqueo.
Pero si hablamos de la Justicia, no debemos olvidar a la jueza en cuestión la cual es bastante conocida para quienes tengan memoria. La señora Marcela Leiva es otra hija del nepotismo renovador, más eso sería lo de menos, porque es un dato que ya nadie recuerda. Lo que sí recuerdan muchos es su accionar durante el juicio contra Cristina Vazquez, quien fue encarcelada injustamente con su firma cumpliendo una pena sin condena firme durante 11 años. La sentencia fue apelada en la Corte Suprema de Justicia de la Nación la cual la absuelve en 2020. Meses después, Cristina se quitó la vida, no pudiendo soportar todo el daño hecho por la “justicia” misionera…la misma que hoy condena a Mónica y Leandro.
Por ahora, en Misiones todo es una joda y lo seguirá siendo. Seguiremos contemplando a niños bobos poniendo la carita en un streaming jugando a ser trabajadores. Continuará el silencio de los pasquines de todo tipo. Seguirán los ataques y manipulaciones desde todos los medios. La costumbre de obedecer engendra una mentalidad doméstica, vale la pena repetir la cita de José Ingenieros en el maravilloso libro El hombre mediocre que ya cité varias veces. Libro que salió en 1913, pero que parece describir tal cual la mentalidad de todo el aparato comunicacional del gobierno, pero también de gran parte de esta sociedad. Ojo, no se asusten, porque la mediocridad, según Ingenieros, tiene cura. Y cuando la hallemos, quizás esa joda eterna se vaya desarmando.